Catalina Rothberg / 2 Min / Impacto Social
Estar presente es lo más importante. La pandemia revolucionó nuestras vidas de muchas maneras. Tuvimos que ajustar rutinas, modificar trabajos, horarios y dinámicas familiares. Un desafío muy personal que solo era posible con un gran trabajo en equipo.

Estuvimos con Karina y su familia y nos contaron su historia. La cuarentena los encontró en una situación familiar que requería de mucho más esfuerzo. Karina tenía que hacer reposo y eso implicaba que no podía estar haciendo los deberes y coordinado todas las tareas de sus hijos y la casa.
Recibí historias que inspiran
Sus tres hijos van al Colegio María Guadalupe, un colegio subsidiado por el estado provincial y de gestión privada de la Fundación María de Guadalupe. Una institución que busca acompañar a sus familias, de principio a fin y en todos los sentidos. Y esta vez no fue la excepción.

En tiempos de distancia social, protocolos, cuidados extremos y miedo a la incertidumbre, estar presente es lo más importante. No podían resolver la situación de esta familia, lo único que estaba al alcance en ese momento era ser lugar de descanso, de contención.
Conocé el jardín que se convirtió en una familia
Sin poder salir de la cama y con solo un teléfono disponible para asistir a las clases de los tres hijos, Karina pedía disculpas al colegio y prometía entregar las tareas y buscar la manera de asistir a las clases virtuales. Del otro lado, la respuesta fue clara: “no te preocupes por la tarea, ocupate de estar bien vos, de tu salud”.

El María Guadalupe busca brindarles a los alumnos, herramientas para quebrar el ciclo de marginación y poder convertirse en promotores activos de mejora en sus comunidades. Y como dice el dicho, las acciones hablan más que las palabras. Lo primero para quebrar el ciclo de marginación es la empatía y la cercanía.
En Huellas somos unos convencidos de que las historias transforman y comprometen. Las historias inspiran. Y esta nos tocó de manera especial.
Para nosotros, la única manera de trabajar y hasta de vivir, es involucrándose. Es cuestión de abrir los ojos, ir al encuentro del otro y estar. Karina nos abrió las puertas, dejándonos entrar en la intimidad de su casa, para contarnos lo importante que había sido que el colegio la acompañara y ayudara desde lo que pudieran.
Así que hoy más que nunca, después de casi un año y medio de pandemia que vino a sacudirnos tanto, volvemos a confirmar que todo se transforma cuando miramos al costado, reconocemos la necesidad del otro y salimos a su encuentro.