Adriana Lopez / 2 min / Opinión
Hace un tiempo, cuando mi hija más pequeña tenía 20 años, en una de esas charlas cotidianas y habituales que solíamos tener, me dijo: “Mamá, quiero decirte algo”. Giré mi cabeza rápidamente y vi su rostro lleno de lágrimas.

Por un instante, que me pareció un siglo, corrió un frío helado por mi cuerpo. Mi hija me miró y con la voz entrecortada por los nervios, me dijo que era gay.
En ese instante, nos dimos un abrazo interminable y agradecí haberle dado la confianza para poder compartir esa verdad conmigo, su madre.
Le pregunté con quienes lo había hablado y al enterarme que esas personas habían sido sus amigos, su hermana y su hermano, sentí una gran tranquilidad al saber que nuestra familia había sido su principal contención afectiva.
Recibí historias que inspiran
A partir de ese momento, comencé a trabajar en mí para poder contener afectivamente a mi hija desde el lugar que ella necesitaba.
Siempre supe que mis hijos tenían que trascender por lo que son, una individualidad única e irremplazable y que mi rol en ese proceso, desafiante y hermoso que es la vida, era el de acompañarlos desde la educación y la contención.
Los vínculos entre padres, madres e hijos no son fáciles, pero los adultos los podemos convertir en algo mucho más difícil.
Es por eso que es fundamental, que todas las personas puedan vivir libremente su propia identidad, y aquellos que no encuentren la comprensión y aceptación en sus afectos más genuinos, les propongo que no bajen los brazos y que sigan luchando por sus ideales. Que busquen amparo y refugio en aquellos que se los puedan brindar y que prevalezcan su felicidad, ante todo.
Es fundamental dar espacio a los canales de expresión desde la infancia, ya sea de manera gráfica, corporal o de dramatización. Esta última, es fundamental para aprender a socializar y desarrollarse, ya que puede ser utilizada como representación simbólica ante situaciones de conflicto, de diversión, de prohibición y de liberación.

Como madres y padres debemos acompañar este proceso e informarnos sobre el tema, para poder así, ser parte del cambio hacia una sociedad más justa.
Esto lo escribo para compartirlo con aquellos adultos , que como yo, trajimos hijos al mundo y por lo tanto tenemos la responsabilidad de fomentar ese vínculo eterno basado en el respeto que es uno de los componentes más importantes del AMOR.