TCA: Aprender a reconstruir mi vida

Milagros Pirán / 4 minutos / Opinión

Sobreviví a una enfermedad de salud mental de la que poco se habla, poco se conoce y pocos sobreviven: un trastorno de la conducta alimentaria. Muchas personas se obsesionan con su imagen, pero no todas llegan a enfermarse. Es importante generar conciencia para que cada vez sean más los que se animen a pedir ayuda a tiempo.

Nací y me crié rodeada de body talking, probablemente al igual que todas las personas de mi generación. No juzgo a mi familia ni a mi entorno, ellos se criaron en un mundo en el cual se asociaba la flacura extrema con la felicidad. Hoy en día esto está cambiando y está buenísimo, hablar del cuerpo del otro atrasa mucho.

Mi trastorno alimentario comenzó cuando tenía catorce años. Fui a un colegio de mujeres que fue un factor desencadenante. Estábamos empezando a salir con chicos, no me gustaba mi cuerpo. Adelgacé y me gustó hasta que me obsesioné.

Recibí historias que inspiran




En mi cabeza pensaba “sigo adelgazando y sigue sin gustarme lo que veo, claramente esta no es la solución a mis inseguridades”. Hoy puedo decir que estaba obsesionada pero no enferma. Supe pedir ayuda

Lamentablemente no todos los profesionales de la salud conocen acerca de los trastornos alimentarios. Fui a una médica a la que le conté todo lo que me ocurría y no hizo nada al respecto. Me dio vergüenza pedir ayuda por segunda vez y comencé la lucha contra mi cabeza por mi cuenta.

Hasta los dieciocho años viví en un infierno de pensamientos. Había años en los que estaba mejor y otros en los que volvía a caer. El hecho de no haber recibido ayuda cuando estaba obsesionada me llevó a enfermarme.

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Una amiga que  estaba en recuperación se dió cuenta  que  necesitaba ayuda y me llevó con su equipo. Fueron cuatro años intensos de tratamiento en los que mi familia y mis amigas me ayudaron hasta lograr recuperarme. Iba una vez por semana a la psiquiatra, dos veces a la nutricionista y una vez a un grupo en el que aprendí habilidades de regulación emocional.

Uno no puede salir solo de estas enfermedades, son patologías severas que ponen en riesgo la vida. Sos capaz de hacer cualquier cosa con tal de verte más flaca. Una enfermedad que juega con la vida requiere de un equipo profesional interdisciplinario y una granred de contención que sepan cómo manejar ciertas situaciones.

Mientras transitaba mi recuperación me costó soltar la enfermedad. De cierta forma me había encariñado. 

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Dejar de lado la enfermedad era volver a la rutina y eso me aterraba porque mi rutina estaba tomada por la enfermedad. Viví mucho tiempo en un mundo de pensamientos, excusas y mentiras, me aislé por completo evitando todo lo que interfiera con mi objetivo de verme cada día más flaca.

Personalmente, lo que más me ayudó fue entender que una enfermedad jamás podría ser algo positivo, reconocer que nunca me veía linda ni conforme con mi cuerpo enfermo. Hasta el día de hoy veo fotos del pasado en las que me veo linda, recuerdo como estaba en ese momento y pienso en lo horrible que me sentía.

Hice el click cuando entendí al tratamiento como un camino para conocerme, aprender a quererme y reconstruir mi vida, que en ese momento la sentía destruída.

De a poco, logré ver la luz después de tantos años de enfermedad, abrazarme y aceptarme. Todo llega, pero hay que animarse a soltar y confiar en los profesionales. Aprendí que el miedo a estar bien se debía a todo lo que perdí estando enferma. Había dejado de lado todos los aspectos de mi vida más allá de la comida.

Aprendí que es la enfermedad misma la que te lleva a enfermar cada vez más, porque nunca te sentís suficientemente enferma como para arrancar a recuperarte. Podes aparentar no estar enfermo por fuera pero estar atravesando un trastorno alimentario severo.

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Aprendí la importancia de construir una linda relación conmigo misma. Fui mi peor enemiga y me odié muchísimo. Cuando estás tomada por un trastorno alimentario no te gusta lo que ves en el espejo, las conductas llevan a lastimarte cada vez más. Para no recaer, es esencial cuidarse, respetarse, quererse y mimarse.

Aprendí que esta lucha me acompañará a lo largo de toda mi vida. Me costó amigarme con esta idea pero se que frente a situaciones difíciles puedo sentirme vulnerable y dar lugar a que la voz dentro de mi cabeza vuelva a aparecer. Más de una vez apareció, pero tengo las herramientas necesarias para poder esquivar y la fortaleza de poder decir “no es por ahí”, levantarme y seguir.

Este año una amiga sufrió de muerte cerebral por anorexia, eso me destruyó por completo. Llamé a mi psiquiatra para contarle y ella me respondió “era de esperarse, es una de las consecuencias”.  Me parece una locura que haya gente muriendo por una enfermedad de la que yo me recuperé. Eso me da fuerzas para seguir dando un mensaje de esperanza hacia personas que están luchando para recuperarse. No puedo quedarme callada con algo que viví, sufrí y que desde mi lugar puedo ayudar a alguien que esté pasando por algo parecido o por lo mismo.

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